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Dos pastores peuhl conducen a su ganado en busca de agua y pasto por el valle del Ferlo, antigua zona de trashumancia de esta etnia al norte de
Senegal. Dicen, los que la conocieron, que el Ferlo era una tierra verde y fértil hace más de 50 años. Hoy es una de las zonas más afectadas
por la desertificación y el cambio climático. En 2007 el Gobierno de Senegal crea la Agencia Nacional de Gran Muralla Verde para desarrollar un
plan de acción que contribuya a detener el avance del desierto y asistir a la población más afectada. El Ferlo, muy castigado por la falta de lluvia
durante décadas, acoge con esperanza el proyecto que quiere recuperar el sistema socio ecológico perdido, un vergel que se transformó en desierto.
A LA SOMBRA DE LAS ACACIAS

Dicen, los que la conocieron, que el Ferlo era una tierra verde y fértil hace más de 50 años. Pero el sol
ardiente, la sequía extrema y la fuerza del harmatán han transformado el vergel en un desierto. El Valle
del Ferlo, al norte de Senegal, es una de las zonas más afectadas por la desertificación y el cambio
climático, un lugar inhóspito donde el Sáhara avanza de manera implacable, cubriendo de ocres y
amarillos el verde intenso y saturado que dominaba el paisaje.

Esta zona del Sahel es el hogar de los peuhl, un pueblo de pastores nómadas y de origen enigmático
que se extiende por todo el territorio de África Occidental. Sometidos a una fuerte presión climática,
con temperaturas extremas y pocas sombras a las que acogerse, los peuhl ven amenazado su estilo
de vida, anclado en la tradición y en la inmutabilidad como principios, que ha permanecido en equilibrio
durante siglos. Las nuevas circunstancias obligan a los nómadas a convertirse en sedentarios para
intentar sobrevivir. Cavan pozos de 300 metros de profundidad y, a menudo, no encuentran agua. Tienen
que desplazarse de nuevo, caminando durante días y semanas, mientras el ganado se muere de
hambre y de sed.

A la sombra de las acacias explora la batalla silenciosa y permanente que lidera este pueblo contra su
peor enemigo, el desierto, mientras buscan un reducto de vida junto a los pocos árboles que resisten.
Las acacias son su escudo, su refugio, una pequeña tregua en el camino y su única esperanza. En el
Sahel, el futuro es una ilusión que se evapora como un espejismo. Y los peuhl están en la primera línea
de un combate que nos concierne a todos.

A la sombra de las acacias es la crónica de un pueblo de pastores que invoca a la lluvia mientras
observan como su porvenir se diluye poco a poco en una paleta de ocres eternos, de anaranjados
inciertos, de tonos tierra desconocidos, que nadie sabe a donde nos llevan.

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Mariama, de 19 años, y su primo Paid, de 17, acuden cada día al pozo de Widou en busca de agua para el ganado. Es una localidad que nació
alrededor de un gran pozo construido en el año 1956 con ayuda de las agencias de cooperación alemana y francesa en respuesta a la gran sequía
que azotaba la zona. Los peuhl, tradicionalmente nómadas, se convierten así en un pueblo sedentario gracias a los diversos puntos de agua construidos
en la zona, que garantizan su vida y la de su ganado, el gran tesoro del pueblo peuhl.
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Un grupo de jóvenes extrae agua del pozo de Belel Fadioudji, una aldea situada a 30 kilómetros de Widou. Esta zona nunca antes había estado
habitada, pero la construcción del pozo convirtió a los nómadas en un pueblo sedentario. En la actualidad, se estima que en el Ferlo hay unos
12.000 habitantes y más de 50.000 cabezas de ganado. Según Pape Gueye, director de la Agencia Nacional de la Gran Muralla Verde, la
pluviometría anual de la zona es de 100 a 300 milímetros cúbicos anuales, lo que implica una dependencia absoluta de las perforaciones de
agua para garantizar la supervivencia de la población y de los animales.
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Alrededores de Widou. Aquí está el epicentro de la Gran Muralla Verde, un proyecto panafricano creado por la Unión Africana y el Gobierno de Senegal,
un mosaico gigante de pequeñas intervenciones cuyo objetivo es el desarrollo humano y ecológico de toda la zona del Sahel, de punta a punta del continente:
desde Dakar hasta Djibouti. Cerca de 8.000 kilómetros de largo y 15 kilómetros de ancho que recorren once países para hacer frente al avance del desierto
y al empobrecimiento de la población. El Ministerio de Medio Ambiente senegalés dedica el 70% de su presupuesto anual al proyecto para impulsar el
desarrollo global de la zona saheliana.
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Kumba Ka, de 30 años, y su hija Binta frente al pozo de la aldea de Widou. Kumba está casada y tiene varios hijos pero no es fácil saber cuántos,
ni tampoco cuántas cabezas de ganado posee. Si le preguntas a una peuhl, nunca dice el número exacto de hijos aunque lo sepa porque los peuhl,
además de modestos, son muy supersticiosos y tienen miedo de que, si lo dicen, quizás pierdan a uno o quizás al ganado.
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Djina, Kumba, Mariatou, Nolel, Kumba y Mariama finalizan su jornada de trabajo en el huerto de Widou. Financiado por el Programa Mundial
de Alimentos y la cooperación canadiense, el huerto permite que las mujeres desarrollen su propia actividad económica y sean partícipes del
proyecto de desarrollo global del Sahel senegalés. Las mujeres representan un 52% de la población total de la franja que ocupa 550 kilómetros
de Gran Muralla Verde en Senegal, donde viven unas 322.000 personas que serán implicadas y beneficiadas por los proyectos que componen
la propuesta panafricana más ambiciosa de la historia.
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Un grupo de niños asiste a clase en la primera escuela de Widou, construida en 1998. Es la primera generación de peuhl del Ferlo que asiste
a la escuela. El asentamiento de las comunidades peuhl en el valle del Ferlo ha permitido que cada vez abran más escuelas y haya más niños
en las aulas, niños que en su mayoría quedaban sin escolarizar porque pastoreaban junto a sus padres sin una residencia fija. El abandono del
nomadismo ha traído consigo la escolarización de los más pequeños, un evidente signo de cambio.
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Un grupo de niños a la espera de una consulta rutinaria frente al puesto de salud de Widou. Desde su apertura, la mayor parte de los niños nacen
y son circuncidados en las instalaciones del dispensario de salud bajo la supervisión del médico local, con unas condiciones de salud apropiadas.
La construcción del centro de salud está causando un impacto muy positivo en la salud de la población local, que ha experimentado una mejora
sustancial de sus condiciones de vida desde que existe un servicio sanitario en el pueblo.
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Pequeña aldea en el Ferlo. El paisaje es seco y muy árido la mayor parte del año. El desierto del Ferlo es el epicentro de la Gran Muralla Verde,
un proyecto panafricano creado por la Unión Africana y el Gobierno de Senegal, un mosaico gigante de pequeñas intervenciones cuyo objetivo
es el desarrollo humano y ecológico de toda la zona del Sahel, de punta a punta del continente: desde Dakar hasta Djibouti. Cerca de 8.000 km
de largo y 15 kilómetros de ancho que recorren once países para hacer frente al avance del desierto y al empobrecimiento de la población. El
Ministerio de Medio Ambiente senegalés dedica el 70% de su presupuesto anual al proyecto para impulsar el desarrollo global de la zona saheliana.
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Oumar Sôfel Kolo es un pequeño comerciante con una tienda en Widou en la que vende productos básicos como pilas, linternas, azúcar, café soluble,
leche en polvo, tarjetas de recarga de teléfono o arroz. “Mi padre me envió a estudiar a Dakar. Volví a la aldea cuando murió y heredé todo su ganado,
pero yo no era un buen pastor y poco a poco fueron muriendo todos los animales. Entonces abrí la tienda. Perdí toda la fortuna de mi familia y me siento
muy avergonzado”. Oumar es hijo de un gran jefe del pueblo, una persona muy noble y respetada por toda la comunidad. “Hoy los jóvenes que se van a
Dakar a estudiar, descubren otra vida y muchos no quieren volver. Prefieren tener un trabajo o comprarse un coche y una casa a ser pastores en el Ferlo.
Si las nuevas generaciones no regresan, esto se muere.”
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Demba reagrupa a su rebaño por la noche en la aldea de Ngonko, a 7km de Widou. Las continuas sequías, el avance del desierto, el incremento
de la población y la reducción del ganado están causando un gran impacto en la vida de los peuhl, un estilo de vida que se ha mantenido intacto
durante cientos de años. En la actualidad, los pastores nómadas se sedentarizan para poder asegurar acopio de agua y comida para sus familias
y sus rebaños y así garantizar su supervivencia. Su modo de vida está bajo amenaza desde que el Sáhara avanza de forma implacable desertificando
su territorio.
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Cae la tarde en Widou. Un grupo de niños juega al fútbol a la salida de la escuela. El asentamiento de las comunidades peuhl en el valle del Ferlo
ha permitido que cada vez abran más escuelas y haya más niños en las aulas, niños que en su mayoría quedaban sin escolarizar porque pastoreaban
junto a sus padres sin una residencia fija. El abandono del nomadismo ha traído consigo la escolarización de los más pequeños, lo que constituye
un evidente signo de cambio.